Come Con C de Caminar
Hoy es el Día Mundial de la Vida Silvestre y sueño con el momento de disfrutarla de nuevo. ¿Tú también añoras el Pirineo? ¡Tan tranquilo y enérgico al mismo tiempo! Mi pasión por la montaña empezó en la infancia y me llevó a escribir un libro.
Come Con C de ese caminar consciente, de contemplar aquello que nos rodea para captar su esencia… Camina, respira, vive.
Con las restricciones de movilidad una sólo puede soñar con una escapada cada vez más cercana.
Era una niña cuando mi padre, sin pretenderlo, me animó a caminar lejos. El bosque de las hayas tan sólo fue el aperitivo de lo que vendría después. El Ibón de Estanés se convertiría en mi excursión favorita. Me fascinaban esas aguas color esmeralda en lo alto de la montaña.
El baño era la mejor recompensa con la que una podía soñar. Después, la temperatura del agua hacía el resto. Tal era su efecto, que mis piernas corrían en el descenso, como si empezaran de cero, como si el esfuerzo de la subida hubiera quedado relegado a un segundo plano. Cuanto más larga fuera la excursión, mayor era la satisfacción.
Hasta que un día que volvíamos a Candanchú tras haber cruzado a Francia de vuelta del bosque de las hayas, vi a un hombre que caminaba despacio con ayuda de un bastón y una pesada mochila a la espalda.
El peregrino que llega caminando a Santiago aspira a llegar hasta el final de la tierra, Finisterre. Conmigo no fue diferente.
Camino de Santiago
“Papá, ¿por qué va tan cargado ese señor?” Él siempre me había enseñado a caminar ligera, así que no entendía que a mil quinientos metros de altitud alguien pudiera cargar con tanto peso, menos aún para una excursión de montaña en el día, como solían hacer los montañeros a los que acostumbrábamos a ver por los alrededores.
Ese día oí hablar del Camino de Santiago por primera vez. Mi padre me contó que el Camino Aragonés nace en Somport, a pocos metros de donde nos encontrábamos. Aquel era uno de los pocos peregrinos que se aventuraba a atravesar el Pirineo en su recorrido hasta Santiago, a más de 858 Km de distancia. Por sus cortos pasos intuimos que llevaba días caminando.
Inicio del Camino de Santiago Aragonés en Somport.
Varias décadas después de aquello, era yo la que empezaba a caminar en Somport rodeada de unas montañas que me eran muy familiares. Al fin y al cabo, me habían visto crecer.
El sol no podía brillar más en un cielo de un azul tan intenso que contrastaba con las blancas cumbres de las montañas. Era Primavera cuando partí, un 24 de mayo del 2017 que recuerdo tan nítidamente como el día que llegué a Santiago, un 22 de junio víspera de la noche de San Juan.
Imagen tomada en el Camino de Santiago. Adoro las amapolas, esas flores silvestres demasiado frágiles como para alejarlas del campo en el que nacen.
Vía Francígena, la desencadenante de mi libro
Aquel fue mi primer camino en solitario, pero no el último. Caminar es para mí una función tan básica y necesaria como respirar para vivir. Suma la naturaleza a esa ecuación y, como ocurre con la actitud y el éxito, las posibilidades se incrementan exponencialmente.
“… aquí, donde el aire es puro, me siento como una pila recargable conectada a una toma de corriente; más viva que en cualquier otro lugar.”
Esta cita está sacada de mi libro, que espero publicar en las próximas semanas. Aunque hago alusión al Camino de Santiago, es la Vía Francígena su principal protagonista y guía de mis pasos.